Bienvenidos en el Nombre de Jesús

BIENVENIDA.
Les damos la bienvenida a este curso en el nombre de Jesús, esperando que todos seamos edificados al aprender que Dios es uno.
INTRODUCCIÓN
Las primeras palabras que encontramos en la Biblia son: “En el principio creo Dios… (Génesis 1:1). Antes que cualquier cosa llegara a ser, Dios ya estaba, y es el Originador de todo.
Él es el único que tiene vida en Sí mismo, y el que da la vida. “Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, TÚ ERES DIOS” (Salmos 90:2).
Muchas cosas se han escrito acerca de Dios. Algunas a favor y otras en contra. Siendo que Dios es infinito, es imposible que el ser humano, con una mente finita, pueda llegar a comprender todo de Dios.
Ha habido intentos de limitar a Dios a una definición, una explicación, una fórmula, un credo; y la verdad es que, Dios es más grande que su misma creación. Él esta por encima de la razón y de la lógica. Él es indescriptible.
Cristo Jesús vino al mundo para cumplir varios propósitos. Uno, muy importante, era para revelarle a la humanidad cómo es Dios: Su carácter, su manera de ser, su manera de actuar, etc. “A Dios nadie lo vio jamás, el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18).
En otra ocasión Jesús dijo que “nadie conoce al hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno sino el Hijo, y aquel a quien el HIJO lo quiera revelar” (Mateo 11:27).
Un conocimiento profundo de la Divinidad solo viene por revelación, y esa revelación por la Palabra de Dios, que, a su vez, se revela por medio del abrir de nuestro entendimiento por el Espíritu de Dios. Por eso es tan necesario recibir el Espíritu Santo (Juan 14:26). Y aún teniendo el Espíritu Santo hay que pedirle a Dios que nos enseñe (Santiago 1:5; Jeremías 33:3).
Muchas ideas y doctrinas circulan acerca de Dios. Con este curso no pretendemos ser la última voz en cuanto a la Unicidad. Analicemos lo que dice el Libro de instrucciones que Dios nos ha dejado (la Biblia). Les invito a que con una mente abierta y sincera dejemos que el Espíritu de Dios que “todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios” (I Corintios 2:10), nos abra la mente a lo que Él quiere que conozcamos.